No paro de repetirme que esta no tocaba. Esta guerra con un enemigo invisible no tocaba.
Hace quince años, empecé mi aventura profesional como inexperta emprendedora, con cincuenta años y mucha valentía. En 2006, iniciaba una carrera meteórica hacia el éxito con una vida profesional apasionante por delante. Sin embargo, en 2008, la crisis inmobiliaria detuvo el mundo, económicamente hablando.
En estos días de confinamiento, también de conexión interna y de reflexión me pregunto cuál es la gran diferencia entre aquel 2008 en que todo se vino abajo y este 2020.
En ambas experiencias estoy buscando un denominador común que tenga sentido para mí. El confinamiento de entonces fue voluntario, yo tenía quince años menos y era muy inconsciente. En las dos situaciones, con la soledad como compañía, pero en la primera podía refugiarme en mi familia y en los amigos. Ahora, además de ver cómo la economía se está viniendo abajo, tengo amigos ingresados en hospitales y sé que algunos no saldrán, de hecho, ya han muerto personas allegadas. Pese a todo, no estoy sola en mi aventura empresarial, porque decenas de personas, de compañeros de viaje, están conmigo.
Pero esta no tocaba
Ayer leía las grandes diferencias entre las crisis de 1929 y la de 2008. En aquella, se tardó más de veinte años en levantar cabeza y de la reciente de 2008, todavía colean las secuelas, aunque hasta ahora, todo iba por buen camino.
Quince años de lucha, ocho años de crisis. Ha habido tiempo para todo, muchas relaciones, muchos amigos, he conocido gente muy interesante. Me he rodeado y he aprendido de los y las mejores. Me he divertido y formado sin parar, he descubierto en mí aspectos que desconocía. La resiliencia y esa motivación trascendente de las que empecé a ser consciente y a ponerles nombre me han acompañado.
Ahora de nuevo, una situación desconocida, muy diferente a la de entonces. Ahora el miedo al contagio y a que la gente que conoces y quieres no se contagie. Ahora, la decepción con los que nos gobiernan. ¡Qué mal lo han hecho! Sectores básicos como la educación, la sanidad, las políticas sociales, todo y más en entredicho.
En comparación con la crisis de 2008, la gran diferencia es la consciencia que tengo de los recursos emocionales con los que cuento ahora. En aquel entonces, yo solo había trabajado para terceros y no conocía el significado real de una crisis, pero conviví con ella durante unos ocho años. En ese momento, mi intuición me hizo refugiarme en casa voluntariamente, acompañada por algunos clientes con los que aún cuento y que tienen mi máximo agradecimiento.
La soledad de entonces y la de ahora diría que son distintas, porque en esa época, yo tenía que sobrevivir.
Mercè Espinosa
Directora meHRs