Hoy ha caído con un PCR coronavirus positivo mi buena amiga Roser, una gran médica de familia que vela siempre por sus enfermos. Por supuesto, ultraconfinada.
Ya ha pasado el momento de la frivolidad de los WhatsApp. Algunas personas no se han enterado de que estamos cansados de chistecitos, de fakes, de noticias alarmantes, de quién manda el último real decreto de turno, del número de muertos al minuto, de las empresas que no van a volver a abrir, de la saturación de los repartidores.
Somos unos cuantos vecinos que coincidimos a las ocho de la tarde, cuando nos asomamos a los balcones para aplaudir a la vida, a las gentes antes invisibles que salen a la calle cada día mientras yo me quedo en casa, a la esperanza, a la solidaridad, al amor.
El domingo, gracias a un reflejo de los cristales de la finca de enfrente, vi a mi vecino Juan del quinto piso, tomado un aperitivo en su terraza, una escena que antes no hubiera visto. El día de una persona confinada está lleno de descubrimientos. La relación ha cambiado; tenemos tiempo para colgar en la puerta de algún vecino un rico guiso para agradecerle que nos haya hecho un recado. A veces, nos encontramos haciendo deporte por la escalera.
A menudo me conecto a Zoom, que para mí es una plataforma magnífica. Ha habido varias noticias sobre la inseguridad de la misma, pero al parecer, se ha solucionado con las nuevas versiones. En fin, me da lo mismo.
Diariamente, por Zoom también, me veo con Mariana, una bailarina argentina que me da clase de barra en el suelo, barre du sol para darle más glamur, junto a algunas alumnas más, incluso imparte la clase los sábados y domingos . He aprendido esta modalidad, que me gusta mucho. ¿Puede ser que me note un poco más cachas después de casi un mes? Esto lo compagino con algunas rutinas que están colgadas en YouTube y paseos por mi pasillo, que tiene 20 pasos de los míos, mientras hablo por el móvil. El viernes, mi teléfono marcaba 7000 pasos. ¡Bien!
Ahora que lo pienso, soy como un astronauta, estoy conectada todo el día. Como para hacer caso a los que dicen que de todo esto tiene la culpa el 5G, que tiene grandes instalaciones justo en la ciudad donde empezó todo, en Wuhan.
En medio de todo este ajetreo, busco tiempo para leer, pero me cuesta concentrarme. Me gustan las lecturas que me dan paz; estoy leyendo Estás aquí, del budista Thich Nhat Hanh, además he comenzado una novela de Falcones y creo que voy entrando.
La televisión la veo una vez al día, para enterarme de cómo va la pandemia, y alguna serie que cae. No hay diferencia, eso sí, entre los festivos y los laborables, para mí todos son iguales.
Por otra parte, me sorprende lo bien que duermo, como no puedo hacer nada para cambiar esto, estoy tranquila.
¿Cuándo saldremos de esta? ¿Cómo será nuestra vida a partir de entonces? Tengo esperanza, soy positiva.