El juego ya sea competitivo o no, ha formado desde tiempos inmemoriales parte de nuestra sociedad, creando un estado de regresión temporal que nos lleva a sacar lo mejor de nosotros.
Además su influencia es tal, que logra unir a generaciones con diferencias tecnológicas a veces abismales. Para los de la EGB, ¿Quién no ha huido de los fantasmas enemigos de Pacman? ¿Quién no ha quemado su cerebro buscando posiciones imposibles con el Tetris? ¿Cuánto dinero nos hemos dejado en un pinball? O hemos sucumbido al arrastre de bola entre delanteros del compañero con la muñeca más rápida de todo el salón recreativo.
Los de la ESO, ¿Habéis sobrevivido a World of Warcraft? Y al ¿Candy Crush? ¿Os atrevéis con un reto del FIFA 2017?
Fruto de ese juego, de esas ganas de competir, aprovechando las experiencias sensoriales que provoca, de ese concepto mindfulnésico del aquí y el ahora, que provoca sentirnos parte de un personaje, miembros de un equipo, dueños de nuestro destino, nace a nivel profesional la Gamificación.
Llenamos de contenido didáctico, con un objetivo establecido de común acuerdo con la empresa, toda la parte lúdica, dándole un sentido, provocando un impacto en la persona y en la propia organización.
Claro que se puede hablar de liderazgo, de motivación, pero ¿y si como se dice en la regla de los 21 días (tiempo estimado, que es necesario para cambiar o implementar hábitos en tu vida)? No lo digo, lo hago.
Establecemos puntuaciones, penalizaciones, reglas consensuadas, toma de decisiones que cambian el signo de la actividad, hacemos aflorar talentos, estudiamos comportamientos, etc… Todo ello por supuesto, totalmente extrapolable al día a día de su organización.
Por último transformamos todos los resultados en informes y planes de acción adaptados a las necesidades de la empresa, para que exista un retorno cuantificable.
¿Qué les parece?…….. ¿Jugamos?