La Ley de PRL 31/95 establece en su artículo 16 la necesidad de realizar una Evaluación de Riesgos, en las empresas de cualquier sector productivo y número de trabajadores.
El 47% de las personas españolas han desarrollado diferentes trastornos mentales durante el periodo de confinamiento. Algunas de ellas han trabajado totalmente de manera presencial. Otras han estado o todavía están trabajando en condiciones híbridas, es decir, en modo presencial y remoto, o bien completamente a distancia.
La pandemia ha cambiado la manera de comunicarnos y relacionarnos entre las personas, los equipos y los departamentos, incluso en situaciones de presencialidad. La mascarilla ha borrado la expresión de la cara de compañeros y colaboradores, con lo que hemos perdido buena parte de la información no verbal que emitimos y recibimos. El respeto a la distancia de seguridad en presencialidad en ocasiones, sigue estando comprometido.
Las empresas se han reorganizado y reinventado a marchas forzadas y todo ello implica costes: estrés, tensión, bajas, desorganización, ERTES, incertidumbre, prevención, supervivencia e inseguridad, que se han convertido en la banda sonora de la comunicación entre personas en las organizaciones.
Y la pandemia y sus consecuencias siguen afectando a las personas, y por tanto, también a esas sociedades formadas por personas que son las empresas. Y, como no, a las cuentas de resultados.
En muchas ocasiones las organizaciones se han “departamentizado”, se ha pasado de la importancia de la orquesta a la importancia de los solistas pero, nadie es Superman, ni Chica Maravilla y la empresa que tenga muchos de ellos, tiene un mal futuro.
Ahora toca transversalidad, organización, seguridad, fluidez en los diferentes procesos, desde la comunicación hasta la producción.
Es imprescindible conocer cuál es la situación psicosocial de las personas que forman parte de los equipos de trabajo en las empresas, porque de ello depende, el buen funcionamiento de las compañías y su rentabilidad.