¿Y si lo hacemos? ¿Y si aceptamos el desafío? ¿Y si les enseñamos a ser felices, y si además de educarlos académicamente, los educamos emocionalmente? ¿Qué pasa si no los evaluamos para responder preguntas cerradas? ¿Y si también les enseñamos a responder preguntas abiertas? Porque no introducimos la educación emocional en el currículum escolar, no como asignatura, sino como un método pedagógico que actúa de manera transversal en el desarrollo de nuestros hijos.
No se trata de hacer un discurso de alarma, no quiero pasar de «Profe progre» y hacer una crítica destructiva del sistema educativo. Esto es para favorecer el correcto desarrollo de la personalidad y las relaciones sociales. No hablo de hacer pequeños talleres y 2 horas de sesiones de educación emocional, hablo de incluir la educación emocional en el currículo escolar.
Hay muchas escuelas que actualmente trabajan para proyectos e incluyen sesiones de educación emocional, pero a veces el objetivo no está bien definido, carecen de una evaluación con un modelo científico y permanece sólo en una aproximación teórica y con la realización de un poco de trabajo sobre las emociones.
Tomando como punto de partida que el propósito de la educación es el desarrollo integral del individuo y se basa en estos cuatro pilares:
- Aprender a saber
- Aprender a hacer
- Aprender a vivir juntos
- Aprender a ser
¿Por qué la escuela tradicional funciona con las dos primeras como prioridades? Porque dejamos que aquellos que tienen que ver con la inteligencia interpersonal e intrapersonal a pequeñas monografías o talleres.
¿Lo haríamos con matemáticas e historia? ¿Dejaríamos que nuestros hijos trabajaran en historia o matemáticas en pequeños talleres o actividades extracurriculares?
Educar no sólo es instruir, sino ayudar y contribuir al desarrollo integral de la persona. Un maestro puede no seguir siendo en el siglo XXI un «transmisor informador» del conocimiento. Los maestros actúan como modelo, a medida que los alumnos aprenden observando sus reacciones y expresiones emocionales a las situaciones diarias de la clase, es decir, aprenden por imitación.
Hoy en día no es suficiente tener conocimiento de las materias (lenguaje, matemáticas, historia…) Es necesario también formar y gestionar eficientemente habilidades, creencias, competencias y emociones. El mundo de hoy nos lleva a responder constantemente preguntas abiertas, a tomar decisiones. Las relaciones interpersonales son la clave muchas veces para alcanzar el éxito, entendiendo el éxito como bienestar personal.
¿Creemos que muchos de los comportamientos de riesgo que se adoptan durante la adolescencia vienen dados por la falta de información?
La mayoría de veces «se dan por la falta de habilidades emocionales y sociales para afrontar los dilemas de la vida cotidiana» (Fernández, Berrocal y Ramos, 2002; 2004).
Las habilidades emocionales se pueden desarrollar y entrenar y el método pedagógico que lo saca es la educación emocional. «Un complemento indispensable para el desarrollo cognitivo, que constituye tanto los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad.» (Bisquerra 2000).
La educación emocional implica la enseñanza y el aprendizaje de una manera integral, lo que nos lleva a un primer paso, la capacitación y la formación de los profesores. Esta formación nos lleva a desarrollar una forma de ser y actuar como «profesores emocionalmente inteligentes». Para poder desarrollarse en otras competencias emocionales debe comenzar por uno mismo. «Sólo un maestro emocionalmente inteligente puede desarrollar habilidades emocionales en sus alumnos»
Esta formación tiene consecuencias en su bienestar personal, y por lo tanto en el bienestar de quienes miran este espejo. Tiene una doble pendiente por un lado favorece el desarrollo de los estudiantes y para otro el desarrollo propio.
Un segundo paso, sensibilizar a los padres sobre la importancia de la educación emocional para el desarrollo personal de los niños, los niños son verdaderos maestros, tienen una capacidad innata para absorber las emociones de su entorno, especialmente las de sus referentes. «Los niños no necesitan padres gigantescos, sino seres humanos que hablen su lenguaje y que sean capaces de penetrar en sus corazones” (Cury, 2007). Nuestros hijos interiorizan mucho más lo que hacemos que lo que decimos.
Y finalmente introducir programas de educación emocional en las escuelas, donde se trabajan y desarrollan las competencias emocionales de los alumnos, con un material adaptado para alcanzar los objetivos que surgen desde el principio. Realizar actividades con un nivel de calidad y eficiencia.
Las habilidades emocionales para trabajar serán:
- Conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional y habilidades socioemocionales.
- Adquirir un mayor conocimiento de nuestras propias emociones, identificar las emociones de los demás, tener un impacto en las habilidades intrapersonales, que lleven a los estudiantes al bienestar personal, promoviendo la autoestima, el autoconocimiento, la gestión emocional y la tolerancia a frustración.
- Y al mismo tiempo, adquirir y desarrollar habilidades interpersonales, mejorar las relaciones con los demás, aprender a resolver y gestionar conflictos y comunicarse de manera eficiente.
¿Y si lo hacemos? ¿Y si aceptamos el desafío? ¿Y si les enseñamos a ser felices, y si además de educarlos académicamente, y los educamos emocionalmente?
Carlos Bella
Consultor Formación y Desarrollo meHRs